Esta vela tardó de 4 a 6 semanas en ser elaborada. El recipiente fue creado por una familia de artesanos de Oaxaca, quienes han trabajado el barro de generación en generación.
Para su elaboración, los artesanos se trasladan a las minas de la comunidad para recolectar la materia prima: tierras 100% naturales extraídas a unos 4 - 5 metros de profundidad. Con la tierra realizan la mezcla del barro, a la cual únicamente le agregan agua y la revuelven hasta obtener la consistencia necesaria.
Posteriormente comienzan a dar forma a la pieza. Para ello no utilizan moldes, simplemente sus manos y un torno de alfarero. Esto hace que cada pieza tenga una forma ligeramente distinta. Se deja secar durante unos días, se pule con una piedra de cuarzo para darle un acabado liso y se agrega el barnizado al interior.
Más adelante la pieza pasa por el proceso más especial: el quemado. Se realizan 2 quemas en hornos de leña a más de 1000 grados centígrados de 1 hora y 2 horas de duración respectivamente. Esto hace que las piezas vayan agarrando una personalidad y un acabado único, algunas más cafés, unas más manchadas, otras con tonos más grises.
La pieza se despide de la familia de artesanos para viajar 470 km a la Ciudad de México, donde se convertirá en una vela. En un pequeño taller, mujeres preparan la mezcla de cada aroma y vierten la cera a mano con mucho cuidado.
En paralelo, un carpintero elabora la tabla de madera y un costurero confecciona la bolsa del empaque. Esta vela es lo más artesanal posible, y es el aura de cada una de las personas que se involucran en el proceso lo que hace que sea tan única y especial.